CURRICULUM OCULTO
(UNIVERSIDAD Y SEMIÓTICA DEL LENGUAJE MERCANTILISTA)
“...las escuelas son reproductoras en el sentido cultural, pues funcionan en parte para distribuir y legitimar formas de conocimiento, valores, lenguaje y estilos que constituyen la cultura dominante y sus intereses.”
Henry Giroux A.
Sabemos que un programa es aquel que contiene los diversos contenidos de una materia determinada, también encontramos en él, los propósitos generales que se pretenden alcanzar, contemplando en seguida, los objetivos terminales del curso de que se trate.
Posteriormente, se especifican los contenidos de los cursos y, después, pasar a la elaboración de los objetivos específicos del curso.
Proponiendo también, las tácticas que sean necesarias para el proceso de aprendizaje del curso.
Por último, diseñar y definir tanto los criterios como los instrumentos evaluativos del curso.
La lógica de la materia se conforma como vimos, a la luz de los seis elementos anteriores, mismos que dan cierta coherencia operativa a la misma.
Consagrando qué tipo de contenidos presenta, qué métodos de estudio propone, si de lo simple a lo complejo, de la teoría a la práctica, de lo inductivo a lo deductivo, entre más.
Dicha lógica es el sustento esencial del curriculum oficial, a nivel de materia y de forma explícita.
Cumpliendo y dando así respuesta a la expresión formal y escrita de los diversos y posibles resultados que se pretenden alcanzar.
Sin embargo, esta explicación no se agota, ya que se encuentra dentro de una pr´ctica social más amplia, en donde existen valores filosóficos, actitudes, elementos, medios, condiciones, leyes, variables, que dan un sentido oculto, un sentido nuevo, como reforzador de fondo.
El propio lenguaje amerita ser estudiado dentro de esta perspectiva académica, como un elemento composicional del currículum oculto y, como un elemento verdaderamente político sociolinguístico. Logrando realizar un trabajo ideologizante cotidianamente en un contexto universitario.
Esta práctica tiende a pasar desapercibida, tanto su fuerza y poder idológico como práctica de clase. Es decir, apareciendo el lenguaje como un elemento inocente o neutral y, no como un instrumento institucionalizado por el Estado y la economía.
En otras palabras, portador de prácticas y acciones tipificadas como habituales y necesarias.
Así tenemos que el hombre como tal y predispuesto por su naturaleza social, responde a la necesidad de comunicarse con sus semejantes.
Para ello se vale como sabemos, del lenguaje que le permite allegarse y, lo que es más, manipular la realidad en una forma rápida y general.
El lenguaje cumple con la función de servir de intermediario entre la realidad y el pensamiento, siendo al mismo tiempo, producto dialéctico, tanto de este como de la realidad interactuante.
Para cumplir con su función, el lenguaje se apoya en conceptos, categorías, y demás elementos, que conjuntamente nos permite captar la realidad como un todo estructurado en sus respectivas significaciones.
Así, dependiendo de su comprensión particular, podemos o no, llegar a captar la realidad objetiva.
Pudiendo darse el caso en que la conceptualización de la realidad, se realizara bajo los juicios de valor de la clase subjetiva y, cuya connotación y dennotación, como resultado ideológico sería la falsa conciencia, esto, a nivel de reproducción social como proceso dinámico.
Percibimos el mundo a través de una cosmovisión de clase y el lenguaje es el encargado de reproducir la realidad, o más bien de recrearla.
Así tenemos que: “Este producto socioverbal al verse asociado a ciertas percepciones del mundo exterior o cosmovisión, crea estructuras mentales que vinculan a los hombres organizados en grupos sociales.
La lengua es, pues, un fenómeno social parcial, es patrimonio de los hombres, es un medio de interacción social; es una manifestación e instrumento ideológico; es un producto social que libera y a la vez oprime al hombre, manifestación del pensamiento del individuo y a la vez del grupo social.”1
Lo anterior quiere decir, que el lenguaje se encuentra comprometido con ciertos intereses sociales, derivándose de ello, un modelaje o institucionalización del mismo.
La conceptualización de la realidad es un acto humano y este tiene una posición social proveniente de la misma estructura económica y de sus características específicas.
El hecho de que la clase social en el poder sea quien tenga la capacidad de conceptualizar la realidad desde una posición de la estructura social, revela una relación de poder y de dominación.
Recordemos que: “El que nombra, ordena y organiza las ideas”
Es ella quien impregna de sentido (de su sentido), la realidad de acuerdo al contexto desde el cual opera.
Esta imposición que realiza la clase subjetiva (en términos de K. kosik), a la objetiva, se traduce en un control violento a nivel de ideas.
Se manipula el sentido universal del lenguaje, a favor de la clase en el poder.
Se domestica al lenguaje en una jaula económica, para que realice sus actos ocultos.
Puesto que: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales que hacen de una determinada clase, la clase dominante, son también las que confieren el papel dominante a sus ideas. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, cuando dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extención y, por tanto, entre otras cosas, también como productores de ideas, que regulen la produción y distribución de las ideas de su tiempo, y que sus ideas sean por ello mismo, las ideas dominantes de la época.”2
Marx en su tesis VI sobre Fouerbach, señala que el individuo no se encuentra aislado, sino que en su realidad, es el conjunto de las relaciones sociales.
Em base a esto, podemos decir, que el flujo del ser humano proviene de la totalidad de su modo social como un “ente” complejo de múltiples determinaciones políticas, económicas y sociales.
La base económica tiende a buscar la armonía necesaria con la superestructura, para que en una real vinculación orgánica, en términos Gramscianos, exprese una situación social, esto, bajo la sombra de una lógica dominante.
La forma y el sentido del lenguaje están encargados de expresar, representar, proyectar valores, actitudes, ideas, juicios de un sistema ideológico más o menos coherente, desde la filososfía interna, sin embargo, irracional objetivamente hablando.
Los contenidos del lenguaje y su utilización provienen en gran parte del seno económico, como base del todo social estructurado.
La comprensión de la realidad no se da si antes no consideramos el estudio de la economía y del Estado, es decir, la base económica y la superestructura.
Así tenemo que: “…el lenguaje no sólo es el instrumento, sino también la teoría y la forma del pensamiento. La “tesorería”, porque las experiencias y la sabiduría de generaciones se reúnen precisamente en el lenguaje, a través del cual se trasmiten a las generaciones siguientes por medio del proceso educativo.” 3
El lenguaje nos permite llegar a captar las diversas “ideas” sobre el mundo, la sociedad o la realidad, así como realizar juicios para pensar y actuar en cierto sentido.
En otras palabras, el lenguaje nos puede representar una realidad de diversas maneras, según su estructuración y los juicios de valor contenidos en él.
El lenguaje es la materia prima para el proceso del pensamiento, pero también contiene “nutrientes” en su interior, para crear y fortalecer un determinado sentido ideológico.
Muy bien podemos aplicar la famosa regla que dice: “El medio es el mensaje”.
El lenguaje es el cemento que une los ladrillos con que se levanta la construcción de la realidad y su recreación, es decir, su manejo.He aquí una cita al respecto, “El lenguaje proporciona la superposición fundamental de la lógica al mundo social objetivado. Sobre el lenguaje se construye el edificio de la legitimación, utilizándolo como instrumento principal. La “Lógica” que así se atribuye al orden institucional es parte del acopio de conocimiento socialmente disponible y que, como tal, se da por establecido.”4
El lenguaje tiene como función el de crear la imagen de la realidad, pero quien impregna de sentido haciendo reproducir y respetar un órden económico y social, es quien está al frente de ese orden y sus valores inherentes, es decir, la clase en el poder.
Misma que se encarga de ir conceptualizando la realidad y dependiendo de sus principales actividades, como filosofía de fondo.
Así, la filosofía general de la estructura económica llena de contenido al lenguaje, reconvirtiéndolo en un lenguaje alienado.
El lenguaje es el portador de un sistema de ideas, mismo que mantiene y trafica con la legitimación de intereses de clase de orden subjetivo, presentandolo como si fueran intereses objetivos.
Por ello estamos de acuerdo en que: “Debemos comprender claramente que el lenguaje, que influye sobre la forma en que se refleja la realidad en el espíritu es, a su vez, él mismo, un producto de la práxis social en el sentido más amplio de la palabra.”5
En el caso de muchas universidades, como productos sociales y como objetos sensibles, existe una relación a un fondo social, que es la propia sociedad con sus particulares características.
Desde este contexto, que es de donde percibimos, nos orienta, condiciona e impone el sentido de la percepción en términos generales.
De lo anterior, entra a colación que el sentido del lenguaje no puede ser notoriamente contrario a la lógica de la ganancia, impuesto por una clase social.
El lenguaje estructurado como esencia sintetizadora, utilizado en las universidades a las que nos estamos refiriendo, nos compromete y obliga a apoyar al sistema económico actual, de acuerdo a las sensaciones, contenidos y valores.
Nos da un origen, una memoria y, sobre todo, fundamentos semióticos, haciendo posible el estrechamiento e internalizando sus fundamentos filosóficos.
El lenguaje a través de sus valores y representaciones, orientan las consignas que se van anidando en el subconsciente, en este caso, principalmente del estudiante y tabién de los demás actores del entorno inmediato universitario.
Ya Marx y F. Engels, en la Ideología Alemana hicieron ver este aspecto, he aquí: “El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para sí mismo, y el lenguaje nace –como la conciencia- de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres.”
Ahora bien, dentro de la escuela universitaria, como institución destinada a “educar” política e ideológicamente a sus allegados, se realiza la legitimación de la realidad por medio del lenguaje funcionalista.
Al igual que se conceptualiza la realidad como un acto humano, este tiene una posición social con sus respectivos intereses.
Por ello, es que el discurso que se sencuentra presente en la organización y administración “de los planes y programas académicos”, contienen y consagran la esencia del sistema de mercado, y lo que es más, lo reproducen desde esta óptica.
Pensemos una vez más, en lo que se ha dicho que el lenguaje crea la realidad humana o el mundo social, es decir, en la que pensamos y, finalmente, sobre la que nos comunicamos. Esto, en función de que el lenguaje estructura una determinada teoría.
Esta teoría contiene el modelo lógico que pretende explicar la realidad, llegando a legitimar el ordenamiento de la vida, del mundo, de la forma de percibir y ver las cosas, de la misma realidad social y muchas veces, anulando o neutralizando cualquier posibilidad crítica que pudiera asumir el sujeto involucrado.
En las universidades se dan ciertas prácticas que se nos revelan a la luz de este tratamiento.
Hay que tener en cuenta que la estructuración universitaria en su concepción organizativa y física, que presenta al sistema departamental en sus campos, requiere de una lógica de funcionamiento.
Una unidad clave para este modelo funcionalista, es precisamente el “credito”.
Asi por ejemplo, muchas escuelas han transformado o creado sus planes de estudio al equivalente de créditos.
De esto se desprende que el crédito es la figura que funciona como una especie de tarjetón de abonos.
Se inscribe el alumno en tantos créditos, los cuales debe de pagar cursando la materia correspondiente.
A medida que pasan los semestres y los años, se van haciendo los abonos o pagarés correspondientes de la deuda general de tipo académico.
Es decir, se avanza en la carrera profesional, a medida que se realizan los abonos correspondientes.
Es precisamente que por medio de este modelo práctico se va re-creando y re-produciendo la elaboración de sentidos.
Lo anterior es comprensible si tomamos en cuenta que la escuela no educa en forma íntegra para una vida con tintes humanista, sino para desarrollar actividades y habilidades profesionales específicas.
En otras palabras, demandas profesionales que demanda el sistema de mercado, hoy día.
La terminología mercantil es utilizada para regular, re-funcionalizar y representar al sistema educativo universitario.
El discurso del comercio-mercado, como esencia del sistema capitalista, fluye apoderándose de la cotidianidad universitaria, plasmada en este tipo de prácticas que conllevan valores, actitudes, prejuicios, en fin, una lógica estructurada.
Misma que pro-mueve los últimos valores del sistema de mercado: su espíritu mercantil.
Ahora bien, siguiendo con nuestro análisis tenemos que el avance del estudiante se mide con los números que se van acumulando, mismos que se encuentran representados por el número de créditos.
Cada materia posee un determinado número de créditos, es decir, un determinado precio simbólico o traducido a créditos.
Dándose el caso de que existen materias que poseen mayor número de créditos que otras, de acuerdo al número de créditos asignados en el plan de estudios.
Los criterios para tal asignación de créditos, son el perfil de la carrera, los intereses de grupos de académicos y asesores y, la relación con el sistema general de mercado o estructura económica, también influye las horas clase en el aula, entre otros.
Hay que recordar que el término credito, es un término contable que encierra una operación de tipo canjeable en potencia.
Es decir, con-figurando la dinámica de que alguien puede realizar dicho canje en el futuro.
Es así como el hombre o sujeto piensa hablando y habla pensando a través de conceptos y categorías que va utilizndo para estructurar un determinado modelo lógico de pensamiento y una ideación lingüística, con-figurando una propuesta, pero de tipo imperativo ideologicamente hablando.
Se programa al alumno desde una lógica de mercado para que ingrse, acepte y siga el modelo mercantilista mediante el sistema educativo y, que poco a poco abone los correspondientes créditos por asignatura.
Lo que es más, se operacionaliza la currícula objetiva, imponiéndole seriaciones de materias para que de esa manera abone los créditos que se van venciendo, semestre tras semestre y materia por materia.
Pudiéndose llevar la contabilidad en los kárdexs, que son una especie de estados de cuenta académica.
Y son donde encontramos respectivamente el haber y el deber, es decir, un balance del total de créditos y materias del total de la currícula de la carrera profesional de que se trate.
Siguiendo con esta lógica, si un alumno completa o llega a cubrir el total de créditos asignados a esa carrera profesional, mediante los abonos previos, tendrá derecho a que se le entregue la mercancía por haber sido cubierto el precio académico, pero con una configuración enmascarada de académica, es decir, estoy hablando de la acreditación (que como su nombre lo indica, es a-crédito).
Ya se vuelve apto para realizar los últimos requisitos formales y burocráticos, para obtener la mercancía-título.
Después, ya con dicho producto el alumno-profesionista, puede explotarlo convertido en mercancia cultural (capital cultural), que posee valor de uso y valor de cambio.
El “saber” representado en él, se puede intercambiar por un sueldo, una remuneración económica.
De esta manera, el título y el profesionista se han reducido a simples mercancías etiquetadas y traficadas según las necesidades de mercado.
Ratificamos el mundo social mediante el lenguaje y de su condicionamiento por un grupo subjetivo, quien es el que gestiona y pro-mueve la lógica de ganancia en todos los ámbitos, incluyendo el educativo.
El lenguaje nos educa sobre las formas particulares de aprehender la realidad. Es decir, nos politiza a través de la palabra como esencia y herramienta de los procesos sencillos, cotidianos, pero esenciales y excelentes como modelos camuflageados ideológicamente hablando, puesto que también son constantes habitualizadores.
Por eso, “La producción de sentido tiene su origen en la asociación de eventos físicos (señales o expresión del mensaje) con entidades mentales (significados o contenidos), regulada por códigos o sistemas de significación.
El sentido es el producto de significados asociados a una expresión por un sujeto (emisor o receptor) determinado, en una circunstancia particular, mediante la recurrencia a ciertos códigos y subcódigos.”6
Podemos comprobar que los programas y sus respectivos contenidos se encuentran determinados desde ésta óptica.
En otras palabras, el propio conocimiento se encuentra acondicionado socialmente. Nuestra realidad se encuentra fuertemente acondicionada debido a los alcances del lenguaje entre el objeto y el propio sujeto.
Así, el lenguaje no es extraño al sujeto universitario, sino que es la representación de su compromiso filosófico.
Implica el bautizo semiótico de los hechos y fenómenos sociales en el escenario académico.
El estudiante, maestro y demás sujetos involucrados en el quehacer universitario, participan y actúan como comunicador y comunicado a la vez.
Es encodificador de la fuente social y más tarde, descodificador del mensaje ideológico.
Lo que piensan, hacen y experimentamos los concurrentes universitarios, se debe analizar en función de un modelo extenso, que es la sociedad, pues la ponderación proviene efectivamente, de modelos preestablecidos, cuyo contenido es llenado por el deslizamiento de la conducta social, que desenvuelve su actividad universitaria.
Los contenidos semánticos del lenguaje, generan aspiraciones sociales, orientando la actividad práctica y reforzando la reproducción social.
Dentro de todo este marco, es donde se inscribe el alumno, aí como el docente y, entran en comunicación interpelando contenidos de esta índole.
Puesto que “Esta especie de dominación comunicacional conduce, a la larga, a una paulatina homogenización en las formas de pensar e interpretar la realidad, y a la inhibición de la capacidad humanan de producir nuevos significados.”7
Es por ello que tanto las escuelas de comunicación, sociología, lingüística, principalmente, deben preocuparse por investigar estos procesos de dominación ideológica y proponer alternativas superen el lenguaje alienado de la clase subjetiva, y su afan de justificar su sitema de dominación.
Podemos concluir que este tipo de lenguaje universitario tiene una aproximación y afinidad de la clase que detenta el poder, alejándose de los valores reales de la sociedad como algo objetivo y de la propia cultura objetiva.
Por este conducto doblemente educativo, se reproduce el sistema económico, al tiempo que semilliza ideológicamente modelos operativos del funcionamiento cotidiano de mercado.
El discurso universitario-administrativo-organizacional, se encuentra encausado por la “razón” del grupo elitista.
El lenguaje sirve como amortiguador debido a que gira y determina la densidad, y con ello, la posición de todos los hechos sociales.
Los pondera, los agrava o los suaviza de acuerdo a la tabla de valores que entran en juego.
Sin embargo, el lenguaje ya posee una consistencia ideológica que varía según los requerimientos.
Por ello, es que el lenguaje universitario en la dimensión que estamos manejando, en la cotidianidad de su dinámica, utiliza conceptos con valores y sentidos a una entidad económica, cuyo modelo se convierte en profunda propuesta filosófica a seguir reproduciendo.
La universidad como sistema educativo y como aparato ideológico, es inherente a la sociedad y al Estado con una determinada forma general, la de dominación.
Por ello, la universidad acuña las palabras y acciones de acuerdo a las condiciones e intereses de clase, así como del todo como estructura social.
Es en este caso, que la sociedad del capital es quien en esta última instancia impregna de sentido y significado al verbo.
Ahora bien, parafraseando a Adam Schaff, tenemos que “La educación que siempre es una educación concreta en un medio determinado y un grupo social determinado, trasmite al individuo el saber acumulado no solo en forma de lenguaje, que también es pensamiento, sino también por medio de sistemas de valores aceptados y de los estereotipos del modo de comportamiento humano relacionadas con estos, que se califican de valiosas, importantes o perjudiciales.”8
De esa manera, el currículum oculto que es la forma con su respectivo contenido particular que se desarrolla en la práctica de la enseñanza-aprendizaje, hace posible “enseñar” sobre lo que se está enseñando.
Es decir, se “enseñan” hechos, fechas, situaciones, métodos, esquemas, paradigmas, sin embargo, el lenguaje es pensamiento y se enseña, se trasmite y proyecta pensamiento sobre los mismos hechos, fechas, métodos, en otras palabras, se enseña filosofía.
El poder del lenguaje es tal que “…objetiva las experiencias compartidas y las hace axcesible a todos los que pertenecen a la misma comunidad lingüística, con lo que se convierte en base e instrumento del acopio colectivo de conocimiento. Además, el lenguaje aporta los medios de objetivizar nuevas experiencias, permitiendo que se incorporen al acopio de conocimientos ya existentes, y es el medio más importante para transmitir las sedimentaciones objetivadas en la tradición de la colectividad de que se trata.”9
Lo anterior, en función de que la currícula (oculta), es un instrumento que hace posible la reproducción social, porque a travéz de la misma introyecta los valores dominantes, ya que es imposible que se maneje como neutral.
La currícula, por el hecho de encontrarse inmerso y es producto de un universo social que contiene y ejerce un orden económico, el lenguaje es su caballito de troya, por tener una personalidad de mercancía cultural, proveniente de la ideología dominante.
El curriculum oculto continúa…..
Notas:
1.- S. Adrián, Welsh-Gimate, “Lenguaje y Sociedad”, Editorial UAP, México 1980, p. 55
2.-Marx, Carlos, “La ideología Alemana”; Edit. Ediciones Quinto Sol, S.A., México s/a, p.48
3.-Schaff, Adam, “Lenguaje y conocimiento”; Edit. Grijalvo, México, 1986, p. 18
4.- Ob. Cit., p. 87
5.- Ob. Cit., p. 237
6.- Fuentes, Carlos, Luna Cortes, E. “La comunicación como fenómeno sociocultural” en comunicación y Teoría social (antología), Edit. UNAM, México, 1984, citado en carpetas estudiantiles, Metodología I, UNISON, P. 221
7.- Ob. Cit., p. 223
8.-“Lenguaje y Conocimiento”…Ob. Cit., p. 261
9.- Berger Peter, Luckmann, Thomas, “L a construcción Social de la Realidad”; Edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1983, p. 91
viernes, 15 de agosto de 2008
domingo, 10 de agosto de 2008
LA PENA DE MUERTE
LA PENA DE MUERTE CAMPÉA DE NUEVO
(EL ESPÍRITU DE MOLOCH COMO SOLUCIÓN A LA INCAPACIDAD DE JUSTICIA SOCIAL BIÓFILA)
“Si un alma sumida en sombras comete un pecado, el culpable no es el que peca, sino el que no disipa las tinieblas.”
Víctor Hugo
La muerte es un hecho o fenómeno tan viejo que siempre acompaña a la vida, ya que donde existe vida, tambien existe muerte potencialmente hablando.
La vida y la muerte son más viejas que el hombre, ya que mucho antes de que éste apareciera, ya campeaba en las demás criatura. Muerte desde la concepción humana, es decir, conceptual.
Los que somos seres humanos tenemos vida y por lo tanto, estamos viviendo como manifestación de un doble proceso cognoscitivo: la muerte-vida
Estamos viviendo porque estamos muriendo dialécticamente. No es posible morir si no contamos previamente con el supremo valuarte que es la vida.
Para vivir es necesario morir en la potencialidad del futuro y del presente también y, para poder ir muriendo, es pertinente ir viviendo.
Tenemos el privilegio de morir en nuestra humanidad, por ello dijo Jorge Luis Borges: “…Debemos entrar en la muerte como quien entra a una fiesta.”
La muerte se presenta como continuación de la vida, sus causas pueden ser de las más diversas.
Ahora bien, de esta dualidad complementaria de vida-muerte, se desprenden unas posiciones filosóficas dignas de ser analizadas a la luz de la realidad social.
Primera, la posición necrófila, que como su nombre lo indica etimológicamente, es “amar a la muerte”.
Amar a todo aquello que tenga que ver con todo reducto de la muerte, comprendiendo lo inorgánico, lo sin vida, la contaminación, los propios vicios entre más.
Pero a la vez, tiene que ver con todos los medios que conlleven a la muerte como fin.
Apareciendo así la muerte como objetivo a alcanzar, mediante una determinada metodología, y no como un proceso en donde se encuentra presente el orígen y proyecto de vida.
Segundo, la biofilia contempla todo lo contrario a la necrofilia, es decir, es amar a la propia vida y todo aquello que tenga que ver con las espectativas de creación, recreación, respeto, cuidado y conservación de la vida misma en todos los niveles posibles.
Plantar árboles, la higuiene, comer saludablemente, realizar ejercicios, etc., son manifestaciones de la postura biófila.
Por otra parte, existen individuos, momentos históricos, procesos, leyes, intereses, valores y actitudes, que se han inclinado por una u otra postura.
En términos de Freud, Tanatos y Eros. Así tenemos que a lo largo de la historia, la pena de muerte ha pertenecido a la posición necrófila.
Hay que recordar que la pena de muerte ha desempeñado roles diferentes en los capítulos históricos.
Uno, se practicaba con el afan de apaciguar la ira de los dioses, dioses que se creía habían sido agraviados y, para ello la pena de muerte fungía como sacrificio.
Para ello eran escogidos los individuos desde los primeros años de vida, representando un gran orgullo el de haber sido escogidos para tan alto y noble fin.
En otras ocaciones, dichos sacrificios se ofrendaban a los dioses con personas capturadas en las guerras.
En este caso, dichos sacrificios eran en sí una verdadera pena de muerte religiosa, debido a que los dioses eran agenos a los prisioneros.
Desde nuestro punto de vista objetivo, podemos calificar a las dos posturas como pena de muerte. Una consentida a la sombra del discurso religioso y el otro, impuesto de manera más directa al derrotado, al que había sido tomado como esclavo.
El punto común era el de la preocupación por mantener o restituir un determinado orden cosmológico religioso.
Para restablecer el orden antes perdido, como una especie de contraprestación y obtener así el agradecimiento y la gracia de los dioses.
La necrofilia o culto a la muerte siempre ha acompañado al hombre, ya sea en forma de dios Anou en sumer que se asociaba con la muerte, incluso de niños.
En otras, como dios Moloch Moloc o Molok, mismo que era adorado por las distintas tribus semitas, amonitas e incluso, los judíos lo idolatraron en su figura humana, con cabeza de becerro, que se le representaba con figura de bronce.
En nuestra cultura, Huitzilopochtli, también exigía sacrificios como práctica cultural de tipo necrófilo, a pesar de que se revestía de biófilo, al tratar de obtener mejores alimentos, caza, recolección de frutas, entre otros.
También los demás dioses aztecas reclamaban la sangre de los corazones de día y de noche. Los sacrificos de doble cara biófilos-necrófilos se practicaban como parte de una cultura idólatra muy profunda.
Despues, con el cristianismo como sistema de ideas religiosas y su influencia, los dioses de y para la muerte, se fueron diluyendo poco a poco y van perdiendo sus formas ancestrales, pero cambiando de imagen y de templo.
En la actualidad por ejemplo, el Estado es quien coquetéa con la idea de institucionalizar la pena de muerte. Es decir, la quiere controlar domesticándola y, despertando así el espíritu de Moloch.
En estos tiempos, el Estado se empecina en tocar el sarcófago del dios Moloch, para despertar el sueño de la bestia y que vuelva a su bestial oficio de muerte social.
El Estado, mediante su legal brazo ejecutor del derecho, mueve la posibilidad de alimentar una vez más las insatisfechas entrañas del dios de la muerte.
Moloch respira, se mueve de su sueño aletargado, está vivo, sólo espera que se le desencadene para salir a realizar su trabajo desgarrador de vidas.
El Estado a través del derecho y como hecho social por excelencia, según lo dijera Durkheim, es la expresión directa de la conciencia colectiva, puesto que la contiene en sus leyes y normas jurídicas.
O si se prefiere en términos Gramscianos, el derecho por estar ubicado en la sociedad política, la cual forma parte de la superestructura, es un reflejo dialéctico de la estructura de un bloque histórico.
En cambio, Louis Althusser lo maneja como parte de un aparato ideológico de Estado.
El Estado a travéz del derecho, desea organizar, administrar y dosificar el culto a la muerte, diciendo que es necesario para poder garantizar la “buena organización de la sociedad”, que es un mal necesario para garantizar el buen funcionamiento social.
Se solicita el establecimiento de la pena capital para eliminar a los violadores, parricidas, infanticidas, secuestradores que ejecutan y asesinan o mutilan a sus secuestrados, entre otros.
Sin embargo, no se analizan las condiciones objetivas que hacen posible el trastorno de dichos sujetos altamente peligrosos.
Los voceros oficiales han manifestado en muchas ocaciones la simpatía que tiene por dicha pena.
Por ejemplo, tenemos que el diputado Jesús González Gortazar propuso en su tiempo la aplicación de la siniestra pena de muerte, al igual que el señor Saturnino Agüero A guirre, el cual fue nombrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, el cual señaló que era cuestión de que el pueblo decidiera sobre la aplicación de la pena de muerte.
También Carlos Salinas de Gortari cuando era candidato presidencial del PRI, manejó la posibilidad de un referéndum sobre la pena de muerte como proyecto penal en los siguientes términos y, que fueron recogidos por el periódico el Uno más Uno, del 14 de Abril de 1988, he aquí: “…se puede someter a la voluntad ciudadana la decisión de cómo quiere que se actúe contra aquellos que cometen los crímenes que afectan y atentan contra la comunidad, en los aspectos que sanciona más enérgicamente nuestra ley.”
Es posible que la sociedad como un todo y encarnada en un sistema social, sea más peligrosa que el mismo individuo desquisiado y ser abominable.
Ya que la primera es capáz de encubar y producir individuos al por mayor con características ontológicas desviadas, despiadadas, sumamente enfermas, es decir, subhumanas.
Las condiciones de vida para millones de seres humanos son sumamente precarias, de extrema pobreza.
Esta condición da como resultado, la desintegración familiar, hambre, miseria, prostitución, insalubridad, en fin, deformación profunda tanto física como psicológicamente.
Estos subproductos humanos son los que lógicamente se manifestarán tarde o temprano en conductas sanguinarias, a veces bestiales que seguramente enorgullecen al dios Moloch.
Pero también son los que rechaza la sociedad como autora material, horrorizándose de sus propias evacuaciones subhumanas.
Con la pena de muerte, el espíritu sanguinario del dios Moloch late y se fortalece en las entrañas obscuras del Estado amenazando con volver a nacer y, ser hijo legítimo del padre Estado y de la madre justicia.
La espada que debería de representar la justicia, poco a poco se transforma en guillotina en manos de molch estatal.
La irresponsabilidad humana es tan grande que el sentido común se convierte en cómplice, debido a que consigna la necesidad del establecimiento de dicha pena. Sin antes dimensionar sobre el problema social que subyace.
Pero no sólo se involucran gente del pueblo a favor de tan distinguida dama de negro, sino que también participan profesionistas y “sacerdotes estatales”, mismos que litúrgicamente ritualizan las plegarias propagandísticas para hacer posible dicha bendición justiciera.
Los criterios y las mentalidades en este tipo de juicio sobre las virtudes de implementar la pena capital realmente son de los más pobres. Puesto que se confunde el mismo crimen como problema social con los propios criminales.
El individuo que desea la pena de muerte, se involucra como un posible agraviado de otro sujeto, el cual ya fue terriblemente agraviado por un sistema social que no le brindó la oportunidad real de formarse más o menos integramente, o que le permitiera vivir sin delinquir como muchos otros.
Además se olvida que esa sociedad, ese sistema social capáz de deshumanizar a miles de individuos, presisamente está formado y sancionado por todos nosotros de alguna manera, somos parte de él, la complicidad en que hemos caído está a la vista.
Se desea y se ataca al criminal como sujeto, pero se hace poco o nada por combatir el crimen, como objeto social.
Se ataca al efecto, pero no la causa última. Sino la causa mecánica, directa la del brazo que ejecuta el disparo o el cuchillo.
Un verdadero tratamiento superficial de eliminación de sujetos, no de los verdaderos factores y causas responsables del factor criminológico.
Una seudocriminología, reaccionaria, retrógada, un tratamiento similar a la que les aplicaban a las supuestas brujas medievales, o la eliminación de “limpieza” de judíos, todo bajo la economía de la lógica del control del poder.
Se quiere atacar al efecto pero no la causa. Se ataca al sujeto y al objeto se le deja intacto, intocable, como sin nada tuviera que ver con dicho sujeto.
Así, la sociedad le da la espalda al sujeto que produjo en su seno. La sociedad es buena, el individuo es el malo. El que escogió “libremente” tan desviadas conductas en contra de la sociedad que lo vió nacer y le dio su abrigo de manera solidaria y socialmente.
Se dice que todos tienen la misma oportunidad, lo cual es un mito. Ya todo está calculado, los sistemas poseen sus leyes operativas y también sus márgenes de criba.
No todos pueden ser diputados, tampoco albañiles, plomeros, estudiantes, o profesionistas, mucho menos “hombres integrados” con las condiciones infrahumanas que viven.
El hecho de que una persona logre “escalar” desde una posición baja y poder llegar a la sima o, a niveles medios o superiores, no quiere decir que todos tengan las mismas posibilidades, para nada es te dato es genérico y aplicable para todos los individuos.
Por otro lado, tenemos que ante el dolor de perder un hijo, un hermano, un padre o una madre o un amigo, es lógico el gran dolor y el deseo de venganza personal, como respuesta de la condición humana más elemental, más arcaica, más primitiva.
Creo que todos reaccionaríamos así, viceralmente, ante un profundo dolor. Nuestro cerebro reptil afloraría irremediablemente. Si no lo hiciéramos no seríamos humanos.
Esta es una dimensión válida y comprensible desde su lógica interna sistémica
Pero existe otra dimensión más amplia, por ello, lo que debemos intentar es alzar la mirada de que el mismo sujeto aberrante puede ser nuestro hijo o padre o hermano, con lo cual resultaría igualmente doloroso.
Lo que debemos de prevenir es que no se de el problema delictivo, ni se de el sujeto agraviado, ni tampoco el agraviante.
Pero más allá de estas posibilidades, existe otra dimención más general, la científica social, la de comprender las posibilidades de existencia de un sistema que niega rotundamente la verdadera humanización y desarrollo integral.
Es decir, la que niega y tiene relegado a millones de personas en condiciones miserables, en otras palabras, las tiene condenadas al sometimiento, presisamente a todos aquellos procesos que aniquilan y deshumanizan el alma de los sujetos.
Un sistema que enajena profundamente a millones de seres con la publicidad de consumo desmedido, que la alcoholiza, que lo acorrala con salarios mínimos, con la no repartición de la riqueza social en forma equitativa, con el desempleo, con la desesperanza, la insalubridad, falta de servicios públicos, que les niega la educación, con el hambre, en fin, que lo explota por todos los medios posibles, la respuesta es lógica.
Ni modo que pensáramos que estas condiciones fueran las que produjeran genios, artistas, científicos, grandes inventores, poetas, ilustres profesionistas, literatos, humanistas, premios nobel, entre más.
No cave duda, el sistema es el que produce en serie los “franquesteins” que ahora quiere negar como sus hijos sociales.
De todo esto se desprende que el dios Moloch aparece como un dios necesario de exterminio, cuya presencia es exigida ante la incapacidad de implementar políticas públicas eficientes que garanticen la formación integral de hombres con una mentalidad sana.
La esperanza humana se ve fuertemente amanazada ante afilados colmillos del dios devorador de carne molida, carne previamente apaleada por el verdugo social y las políticas de clase.
El concepto de vida como valuarte más preciado, hoy, casi se desvarranca donde los cuerpos son devorados por las aves de rapiña de politicas reduccionistas, simples y superficiales.
Se está proponiendo un tratamientos eliminatorios de cuerpos y almas que no se disiplinan ante la lógica de acumulación sin fin, se propone ante la imposibilidad de cambiar las reglas económicas y de poder implementar un humanismo como sistema de vida.
La perturbación al sistema mediante el factor criminal va a la alza, no lo podemos negar, las causas que lo originan también.
Se recomienda penar por última vez al individuo con dicha pena última, aduciendo que es o son verdaderos moustros sociales y que por lo tanto no deben seguir viviendo.
Sin embargo, los políticos que se roban cantidades estratosféricas de la sociedad y con ello condenan a la miseria a millones de mexicanos, nunca se ha manejado la posibilidad de aplicarles la pena de muerte. ¿Quién es más criminal? El que asesina y mutila o, el que condena a miles de niños a la miseria, quitándoles la oportunidad de asistir a las escuelas o suprimiéndoles de plano un pedazo de pan.
Es imposible conseguir la verdadera justicia con un crimen de Estado. ¡Un crimen con otro crimen para alcanzar la justicia imposible!! Sería una burda venganza social y de Estado.
La pena de muerte es una barbarie en forma de venganza. Es la representación de la incapacidad y desesperación y es más, la derrota completa para abrir espacios o promover procesos de vida, de creación, de desarrollo y de potencial humano, en fin, de promover valores con altos contenidos de una filosofía universal biófila.
Lo más curioso es que a veces son principalmente los católicos y demás religiosos los que gritan con más fuerzas, incluso, la propia iglesia católica mediante sus “principes espirituales” ha coqueteado con la práctica de dicha pena.
Dando la espalda del mandamiento y en cambio, abrazando con dicho olvido la incongruencia que origina el famoso “no matarás”.
La clemencia y comprensión que debería originarse por parte de la iglesia, sobre la fábrica de productos subhumanos por parte del Estado-sistema, se deja al lado.
Es más fácil señalar al individuo, condenarlo de lo que es manifestación lógica de lo que miserablemente recibió por parte de la sociedad.
Todo posee una razón de ser, el criminal también la tiene. Y no es en última instancia de que haya escogido “libremente”, tal o cual conducta antisocial y desviada.
Esa sólo es la que derramó la gota, equivale a la última reacción de un estado complejo y de descomposición.
En otras palabras, es el último eslavón de múltiples determinaciones, tanto sociales, hereditarias, económicas, psíquicas, políticas, biológicas, filosóficas, etc.
La iglesia como todo un poder constituido, en lugar de hacer énfasis y estarse manifestando con carácter decidido, en el bajísimo nivel de vida, de la pésima calidad de vida de millones de seres, prefiere y se alía a los voceros oficiales del Estado, a los jilguerillos de las cámaras de comercio, a los que presisamente son los operadores y beneficiarios directos de la explotación despiadada y, sitemática acumulación de la riqueza sin límite alguno, a costa de todo.
Se olvidan de que según la Biblia, Dios en Génesis, implantó la pena de muerte, según lo que se comprende, al señalar que: “…De todo árbol del huerto podrás comer;
más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieras, ciertamente morirás.”,…la muerte se trasmutó a la expulsión del paraiso, pudiendose tomar como otra muerte metafóricamente.
Pero continuando con algunos paisajes biblicos, mismos que podemos aplicar para efectos de la argumentación que estoy señalando, tenemos que estando Jesús en la cruz se dirigió al Padre y dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Otra más muy ilustre es la que dice: “el que se sienta libre de pecado que arroje la primera piedra”
En este orden de ideas pregunto: ¿Sabrán real y profundamente desde una visión humanista, los parricidas, violadores, descuartizadores, multiasesinos, etc., de sus actos desviados?...no verdad?... si lo supieran no lo harían…así de simple.
Recordemos que Jesús fue víctima del poder, de la sociedad organizada en instituciones de aquel entonces.
Si a Jesús se le encontró culpable y se le aplicó la pena de muerte, imaginemos lo que sucederá a “un hijo de nadie”, mismo que se encuentran por miles en las cárceles.
La historia nos ilustra de muchos personajes que fueron llevados a la hoguera tanto por la iglesia como por los principes y reyes.
Hoy se pretende dar el hacha y la capucha oficial al brazo ejecutor del Estado: el derecho
Se pretende legitimar una vil muerte, una vez establecida, seguramente será al por mayor.
Se desea legitimar la “fabrica” de hombres pobres de humanidad, sin reparar en la gran maquiladora social donde se “manofacturan cerebros con destinos a delitos más y más atroces.
En este caso concreto, estos subproductos humanos irremediablemente tienen el sello, de “hecho en México” y, todos debemos reflexionar y hacernos responsables, en lugar de ser cómplices de la comodidad del dedo señalador y luego, del dedo que oprima el botón de la silla eléctrica.
Para luego seguir así hasta el infinito, con la fábrica en serie de cerebros deformados, de cuerpos con características de fuerza de mula, de fuerza de burro, de fuerza de bestia de carga y resistencia descomunal.
Presisamente así los requiere y los formatea un sistema que se nutre del producto de la fuerza de los demás.
Todo está bien, siempre y cuando no perturben el “orden establecido”, “el espíritu de acumulación”, sin embargo, cuando se les sale de sus controles dichos “moustros”, quiere imponer una medida de exterminio.
Desde hace mucho tiempo, se está horneando cuerpos franquestenizados que casi no coman, que no protesten, que no piensen, es decir, una especie de sombis, en otras palabras, de cuerpos de esclavos que no interrumpan la lógica y barbarie de la acumulación.
El espíritu de Moloch….continúa
Víctor M. Estupiñán Munguía
(EL ESPÍRITU DE MOLOCH COMO SOLUCIÓN A LA INCAPACIDAD DE JUSTICIA SOCIAL BIÓFILA)
“Si un alma sumida en sombras comete un pecado, el culpable no es el que peca, sino el que no disipa las tinieblas.”
Víctor Hugo
La muerte es un hecho o fenómeno tan viejo que siempre acompaña a la vida, ya que donde existe vida, tambien existe muerte potencialmente hablando.
La vida y la muerte son más viejas que el hombre, ya que mucho antes de que éste apareciera, ya campeaba en las demás criatura. Muerte desde la concepción humana, es decir, conceptual.
Los que somos seres humanos tenemos vida y por lo tanto, estamos viviendo como manifestación de un doble proceso cognoscitivo: la muerte-vida
Estamos viviendo porque estamos muriendo dialécticamente. No es posible morir si no contamos previamente con el supremo valuarte que es la vida.
Para vivir es necesario morir en la potencialidad del futuro y del presente también y, para poder ir muriendo, es pertinente ir viviendo.
Tenemos el privilegio de morir en nuestra humanidad, por ello dijo Jorge Luis Borges: “…Debemos entrar en la muerte como quien entra a una fiesta.”
La muerte se presenta como continuación de la vida, sus causas pueden ser de las más diversas.
Ahora bien, de esta dualidad complementaria de vida-muerte, se desprenden unas posiciones filosóficas dignas de ser analizadas a la luz de la realidad social.
Primera, la posición necrófila, que como su nombre lo indica etimológicamente, es “amar a la muerte”.
Amar a todo aquello que tenga que ver con todo reducto de la muerte, comprendiendo lo inorgánico, lo sin vida, la contaminación, los propios vicios entre más.
Pero a la vez, tiene que ver con todos los medios que conlleven a la muerte como fin.
Apareciendo así la muerte como objetivo a alcanzar, mediante una determinada metodología, y no como un proceso en donde se encuentra presente el orígen y proyecto de vida.
Segundo, la biofilia contempla todo lo contrario a la necrofilia, es decir, es amar a la propia vida y todo aquello que tenga que ver con las espectativas de creación, recreación, respeto, cuidado y conservación de la vida misma en todos los niveles posibles.
Plantar árboles, la higuiene, comer saludablemente, realizar ejercicios, etc., son manifestaciones de la postura biófila.
Por otra parte, existen individuos, momentos históricos, procesos, leyes, intereses, valores y actitudes, que se han inclinado por una u otra postura.
En términos de Freud, Tanatos y Eros. Así tenemos que a lo largo de la historia, la pena de muerte ha pertenecido a la posición necrófila.
Hay que recordar que la pena de muerte ha desempeñado roles diferentes en los capítulos históricos.
Uno, se practicaba con el afan de apaciguar la ira de los dioses, dioses que se creía habían sido agraviados y, para ello la pena de muerte fungía como sacrificio.
Para ello eran escogidos los individuos desde los primeros años de vida, representando un gran orgullo el de haber sido escogidos para tan alto y noble fin.
En otras ocaciones, dichos sacrificios se ofrendaban a los dioses con personas capturadas en las guerras.
En este caso, dichos sacrificios eran en sí una verdadera pena de muerte religiosa, debido a que los dioses eran agenos a los prisioneros.
Desde nuestro punto de vista objetivo, podemos calificar a las dos posturas como pena de muerte. Una consentida a la sombra del discurso religioso y el otro, impuesto de manera más directa al derrotado, al que había sido tomado como esclavo.
El punto común era el de la preocupación por mantener o restituir un determinado orden cosmológico religioso.
Para restablecer el orden antes perdido, como una especie de contraprestación y obtener así el agradecimiento y la gracia de los dioses.
La necrofilia o culto a la muerte siempre ha acompañado al hombre, ya sea en forma de dios Anou en sumer que se asociaba con la muerte, incluso de niños.
En otras, como dios Moloch Moloc o Molok, mismo que era adorado por las distintas tribus semitas, amonitas e incluso, los judíos lo idolatraron en su figura humana, con cabeza de becerro, que se le representaba con figura de bronce.
En nuestra cultura, Huitzilopochtli, también exigía sacrificios como práctica cultural de tipo necrófilo, a pesar de que se revestía de biófilo, al tratar de obtener mejores alimentos, caza, recolección de frutas, entre otros.
También los demás dioses aztecas reclamaban la sangre de los corazones de día y de noche. Los sacrificos de doble cara biófilos-necrófilos se practicaban como parte de una cultura idólatra muy profunda.
Despues, con el cristianismo como sistema de ideas religiosas y su influencia, los dioses de y para la muerte, se fueron diluyendo poco a poco y van perdiendo sus formas ancestrales, pero cambiando de imagen y de templo.
En la actualidad por ejemplo, el Estado es quien coquetéa con la idea de institucionalizar la pena de muerte. Es decir, la quiere controlar domesticándola y, despertando así el espíritu de Moloch.
En estos tiempos, el Estado se empecina en tocar el sarcófago del dios Moloch, para despertar el sueño de la bestia y que vuelva a su bestial oficio de muerte social.
El Estado, mediante su legal brazo ejecutor del derecho, mueve la posibilidad de alimentar una vez más las insatisfechas entrañas del dios de la muerte.
Moloch respira, se mueve de su sueño aletargado, está vivo, sólo espera que se le desencadene para salir a realizar su trabajo desgarrador de vidas.
El Estado a través del derecho y como hecho social por excelencia, según lo dijera Durkheim, es la expresión directa de la conciencia colectiva, puesto que la contiene en sus leyes y normas jurídicas.
O si se prefiere en términos Gramscianos, el derecho por estar ubicado en la sociedad política, la cual forma parte de la superestructura, es un reflejo dialéctico de la estructura de un bloque histórico.
En cambio, Louis Althusser lo maneja como parte de un aparato ideológico de Estado.
El Estado a travéz del derecho, desea organizar, administrar y dosificar el culto a la muerte, diciendo que es necesario para poder garantizar la “buena organización de la sociedad”, que es un mal necesario para garantizar el buen funcionamiento social.
Se solicita el establecimiento de la pena capital para eliminar a los violadores, parricidas, infanticidas, secuestradores que ejecutan y asesinan o mutilan a sus secuestrados, entre otros.
Sin embargo, no se analizan las condiciones objetivas que hacen posible el trastorno de dichos sujetos altamente peligrosos.
Los voceros oficiales han manifestado en muchas ocaciones la simpatía que tiene por dicha pena.
Por ejemplo, tenemos que el diputado Jesús González Gortazar propuso en su tiempo la aplicación de la siniestra pena de muerte, al igual que el señor Saturnino Agüero A guirre, el cual fue nombrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, el cual señaló que era cuestión de que el pueblo decidiera sobre la aplicación de la pena de muerte.
También Carlos Salinas de Gortari cuando era candidato presidencial del PRI, manejó la posibilidad de un referéndum sobre la pena de muerte como proyecto penal en los siguientes términos y, que fueron recogidos por el periódico el Uno más Uno, del 14 de Abril de 1988, he aquí: “…se puede someter a la voluntad ciudadana la decisión de cómo quiere que se actúe contra aquellos que cometen los crímenes que afectan y atentan contra la comunidad, en los aspectos que sanciona más enérgicamente nuestra ley.”
Es posible que la sociedad como un todo y encarnada en un sistema social, sea más peligrosa que el mismo individuo desquisiado y ser abominable.
Ya que la primera es capáz de encubar y producir individuos al por mayor con características ontológicas desviadas, despiadadas, sumamente enfermas, es decir, subhumanas.
Las condiciones de vida para millones de seres humanos son sumamente precarias, de extrema pobreza.
Esta condición da como resultado, la desintegración familiar, hambre, miseria, prostitución, insalubridad, en fin, deformación profunda tanto física como psicológicamente.
Estos subproductos humanos son los que lógicamente se manifestarán tarde o temprano en conductas sanguinarias, a veces bestiales que seguramente enorgullecen al dios Moloch.
Pero también son los que rechaza la sociedad como autora material, horrorizándose de sus propias evacuaciones subhumanas.
Con la pena de muerte, el espíritu sanguinario del dios Moloch late y se fortalece en las entrañas obscuras del Estado amenazando con volver a nacer y, ser hijo legítimo del padre Estado y de la madre justicia.
La espada que debería de representar la justicia, poco a poco se transforma en guillotina en manos de molch estatal.
La irresponsabilidad humana es tan grande que el sentido común se convierte en cómplice, debido a que consigna la necesidad del establecimiento de dicha pena. Sin antes dimensionar sobre el problema social que subyace.
Pero no sólo se involucran gente del pueblo a favor de tan distinguida dama de negro, sino que también participan profesionistas y “sacerdotes estatales”, mismos que litúrgicamente ritualizan las plegarias propagandísticas para hacer posible dicha bendición justiciera.
Los criterios y las mentalidades en este tipo de juicio sobre las virtudes de implementar la pena capital realmente son de los más pobres. Puesto que se confunde el mismo crimen como problema social con los propios criminales.
El individuo que desea la pena de muerte, se involucra como un posible agraviado de otro sujeto, el cual ya fue terriblemente agraviado por un sistema social que no le brindó la oportunidad real de formarse más o menos integramente, o que le permitiera vivir sin delinquir como muchos otros.
Además se olvida que esa sociedad, ese sistema social capáz de deshumanizar a miles de individuos, presisamente está formado y sancionado por todos nosotros de alguna manera, somos parte de él, la complicidad en que hemos caído está a la vista.
Se desea y se ataca al criminal como sujeto, pero se hace poco o nada por combatir el crimen, como objeto social.
Se ataca al efecto, pero no la causa última. Sino la causa mecánica, directa la del brazo que ejecuta el disparo o el cuchillo.
Un verdadero tratamiento superficial de eliminación de sujetos, no de los verdaderos factores y causas responsables del factor criminológico.
Una seudocriminología, reaccionaria, retrógada, un tratamiento similar a la que les aplicaban a las supuestas brujas medievales, o la eliminación de “limpieza” de judíos, todo bajo la economía de la lógica del control del poder.
Se quiere atacar al efecto pero no la causa. Se ataca al sujeto y al objeto se le deja intacto, intocable, como sin nada tuviera que ver con dicho sujeto.
Así, la sociedad le da la espalda al sujeto que produjo en su seno. La sociedad es buena, el individuo es el malo. El que escogió “libremente” tan desviadas conductas en contra de la sociedad que lo vió nacer y le dio su abrigo de manera solidaria y socialmente.
Se dice que todos tienen la misma oportunidad, lo cual es un mito. Ya todo está calculado, los sistemas poseen sus leyes operativas y también sus márgenes de criba.
No todos pueden ser diputados, tampoco albañiles, plomeros, estudiantes, o profesionistas, mucho menos “hombres integrados” con las condiciones infrahumanas que viven.
El hecho de que una persona logre “escalar” desde una posición baja y poder llegar a la sima o, a niveles medios o superiores, no quiere decir que todos tengan las mismas posibilidades, para nada es te dato es genérico y aplicable para todos los individuos.
Por otro lado, tenemos que ante el dolor de perder un hijo, un hermano, un padre o una madre o un amigo, es lógico el gran dolor y el deseo de venganza personal, como respuesta de la condición humana más elemental, más arcaica, más primitiva.
Creo que todos reaccionaríamos así, viceralmente, ante un profundo dolor. Nuestro cerebro reptil afloraría irremediablemente. Si no lo hiciéramos no seríamos humanos.
Esta es una dimensión válida y comprensible desde su lógica interna sistémica
Pero existe otra dimensión más amplia, por ello, lo que debemos intentar es alzar la mirada de que el mismo sujeto aberrante puede ser nuestro hijo o padre o hermano, con lo cual resultaría igualmente doloroso.
Lo que debemos de prevenir es que no se de el problema delictivo, ni se de el sujeto agraviado, ni tampoco el agraviante.
Pero más allá de estas posibilidades, existe otra dimención más general, la científica social, la de comprender las posibilidades de existencia de un sistema que niega rotundamente la verdadera humanización y desarrollo integral.
Es decir, la que niega y tiene relegado a millones de personas en condiciones miserables, en otras palabras, las tiene condenadas al sometimiento, presisamente a todos aquellos procesos que aniquilan y deshumanizan el alma de los sujetos.
Un sistema que enajena profundamente a millones de seres con la publicidad de consumo desmedido, que la alcoholiza, que lo acorrala con salarios mínimos, con la no repartición de la riqueza social en forma equitativa, con el desempleo, con la desesperanza, la insalubridad, falta de servicios públicos, que les niega la educación, con el hambre, en fin, que lo explota por todos los medios posibles, la respuesta es lógica.
Ni modo que pensáramos que estas condiciones fueran las que produjeran genios, artistas, científicos, grandes inventores, poetas, ilustres profesionistas, literatos, humanistas, premios nobel, entre más.
No cave duda, el sistema es el que produce en serie los “franquesteins” que ahora quiere negar como sus hijos sociales.
De todo esto se desprende que el dios Moloch aparece como un dios necesario de exterminio, cuya presencia es exigida ante la incapacidad de implementar políticas públicas eficientes que garanticen la formación integral de hombres con una mentalidad sana.
La esperanza humana se ve fuertemente amanazada ante afilados colmillos del dios devorador de carne molida, carne previamente apaleada por el verdugo social y las políticas de clase.
El concepto de vida como valuarte más preciado, hoy, casi se desvarranca donde los cuerpos son devorados por las aves de rapiña de politicas reduccionistas, simples y superficiales.
Se está proponiendo un tratamientos eliminatorios de cuerpos y almas que no se disiplinan ante la lógica de acumulación sin fin, se propone ante la imposibilidad de cambiar las reglas económicas y de poder implementar un humanismo como sistema de vida.
La perturbación al sistema mediante el factor criminal va a la alza, no lo podemos negar, las causas que lo originan también.
Se recomienda penar por última vez al individuo con dicha pena última, aduciendo que es o son verdaderos moustros sociales y que por lo tanto no deben seguir viviendo.
Sin embargo, los políticos que se roban cantidades estratosféricas de la sociedad y con ello condenan a la miseria a millones de mexicanos, nunca se ha manejado la posibilidad de aplicarles la pena de muerte. ¿Quién es más criminal? El que asesina y mutila o, el que condena a miles de niños a la miseria, quitándoles la oportunidad de asistir a las escuelas o suprimiéndoles de plano un pedazo de pan.
Es imposible conseguir la verdadera justicia con un crimen de Estado. ¡Un crimen con otro crimen para alcanzar la justicia imposible!! Sería una burda venganza social y de Estado.
La pena de muerte es una barbarie en forma de venganza. Es la representación de la incapacidad y desesperación y es más, la derrota completa para abrir espacios o promover procesos de vida, de creación, de desarrollo y de potencial humano, en fin, de promover valores con altos contenidos de una filosofía universal biófila.
Lo más curioso es que a veces son principalmente los católicos y demás religiosos los que gritan con más fuerzas, incluso, la propia iglesia católica mediante sus “principes espirituales” ha coqueteado con la práctica de dicha pena.
Dando la espalda del mandamiento y en cambio, abrazando con dicho olvido la incongruencia que origina el famoso “no matarás”.
La clemencia y comprensión que debería originarse por parte de la iglesia, sobre la fábrica de productos subhumanos por parte del Estado-sistema, se deja al lado.
Es más fácil señalar al individuo, condenarlo de lo que es manifestación lógica de lo que miserablemente recibió por parte de la sociedad.
Todo posee una razón de ser, el criminal también la tiene. Y no es en última instancia de que haya escogido “libremente”, tal o cual conducta antisocial y desviada.
Esa sólo es la que derramó la gota, equivale a la última reacción de un estado complejo y de descomposición.
En otras palabras, es el último eslavón de múltiples determinaciones, tanto sociales, hereditarias, económicas, psíquicas, políticas, biológicas, filosóficas, etc.
La iglesia como todo un poder constituido, en lugar de hacer énfasis y estarse manifestando con carácter decidido, en el bajísimo nivel de vida, de la pésima calidad de vida de millones de seres, prefiere y se alía a los voceros oficiales del Estado, a los jilguerillos de las cámaras de comercio, a los que presisamente son los operadores y beneficiarios directos de la explotación despiadada y, sitemática acumulación de la riqueza sin límite alguno, a costa de todo.
Se olvidan de que según la Biblia, Dios en Génesis, implantó la pena de muerte, según lo que se comprende, al señalar que: “…De todo árbol del huerto podrás comer;
más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieras, ciertamente morirás.”,…la muerte se trasmutó a la expulsión del paraiso, pudiendose tomar como otra muerte metafóricamente.
Pero continuando con algunos paisajes biblicos, mismos que podemos aplicar para efectos de la argumentación que estoy señalando, tenemos que estando Jesús en la cruz se dirigió al Padre y dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Otra más muy ilustre es la que dice: “el que se sienta libre de pecado que arroje la primera piedra”
En este orden de ideas pregunto: ¿Sabrán real y profundamente desde una visión humanista, los parricidas, violadores, descuartizadores, multiasesinos, etc., de sus actos desviados?...no verdad?... si lo supieran no lo harían…así de simple.
Recordemos que Jesús fue víctima del poder, de la sociedad organizada en instituciones de aquel entonces.
Si a Jesús se le encontró culpable y se le aplicó la pena de muerte, imaginemos lo que sucederá a “un hijo de nadie”, mismo que se encuentran por miles en las cárceles.
La historia nos ilustra de muchos personajes que fueron llevados a la hoguera tanto por la iglesia como por los principes y reyes.
Hoy se pretende dar el hacha y la capucha oficial al brazo ejecutor del Estado: el derecho
Se pretende legitimar una vil muerte, una vez establecida, seguramente será al por mayor.
Se desea legitimar la “fabrica” de hombres pobres de humanidad, sin reparar en la gran maquiladora social donde se “manofacturan cerebros con destinos a delitos más y más atroces.
En este caso concreto, estos subproductos humanos irremediablemente tienen el sello, de “hecho en México” y, todos debemos reflexionar y hacernos responsables, en lugar de ser cómplices de la comodidad del dedo señalador y luego, del dedo que oprima el botón de la silla eléctrica.
Para luego seguir así hasta el infinito, con la fábrica en serie de cerebros deformados, de cuerpos con características de fuerza de mula, de fuerza de burro, de fuerza de bestia de carga y resistencia descomunal.
Presisamente así los requiere y los formatea un sistema que se nutre del producto de la fuerza de los demás.
Todo está bien, siempre y cuando no perturben el “orden establecido”, “el espíritu de acumulación”, sin embargo, cuando se les sale de sus controles dichos “moustros”, quiere imponer una medida de exterminio.
Desde hace mucho tiempo, se está horneando cuerpos franquestenizados que casi no coman, que no protesten, que no piensen, es decir, una especie de sombis, en otras palabras, de cuerpos de esclavos que no interrumpan la lógica y barbarie de la acumulación.
El espíritu de Moloch….continúa
Víctor M. Estupiñán Munguía
Suscribirse a:
Entradas (Atom)